Hola buenas, me llamo Anónimo.

...y entonces sacan la lengua, que, curiosamente, les sirve para algo más que formar el bolo alimenticio. Y de repente, ladran como perros, maullan como gatos, y chillan como cerdos que buscan mejor vida en el matadero municipal. Sedientos de morbo, de hablar por el placer de sumergir en barro a las víctimas que sufren la picardía de sus comentarios, capaces de transformar amor en odio cambiando unas pocas palabras. Picardía que choca con la ingenuidad del contenido, que parece más la obra de un chiquillo de guardería que la de un ser con cierto grado de intelectualidad. ¿Dónde está el problema entonces?

Pues el problema radica en la prehistórica forma de pensar que suelen tener los receptores en estos casos. XXI siglos desde la muerte del barbudo de la cruz y aún no somos capaces de tener personalidad propia. Lo que nos digan está bien. Caminas por la calle. Ves gente. Uno de ellos habla. El resto te mira fijamente. Ya está. Ya sabes que ese grupo de gente piensa exactamente igual que el cabecilla parlante. Y así por los siglos de los siglos. Da igual lo que haya dicho. Da igual si ha hablado o simplemente ha eructado. Es suficiente para que el resto se lo crea.

Y aquí andamos… en una sociedad en la que el inútil maneja el percal y el que piensa por sí mismo… el que piensa por si mismo… pues no existe. Pero eh, desde la humildad… que hable quien quiera, pues dicen que expresarse es genial para practicar un ejercicio social.

Un último consejo… si eres un acomplejado que odia su propia vida y necesita experimentar nuevas sensaciones, no lo dudes, conviértete en un bocazas y pasarás a ser un acomplejado con un séquito de inútiles detrás. Ya sabes lo que dicen: ‘’Mal de muchos…’’