Las
desigualdades sociales acentúan todavía más la franja que divide el poderoso
Norte del débil Sur. Cada vez se puede ver con mayor nitidez la mentira del
término utilizado para nombrar la nueva dictadura económica del siglo XXI, la
globalización. Las plataformas antiglobalización intentan por todos los medios
mostrarle al mundo algo que no quiere ver: que detrás de sus caprichos se
esconde el trabajo de mil personas en situaciones precarias a cambio de la
miseria. Es una gran iniciativa, pero en mi opinión es completamente inútil.
¿Cuál es la razón? La gente tiene su vida, sus cosas, y lo último, o lo
penúltimo que quieren, es tener que tomar parte de una causa que no tiene
repercusión en su día a día. Porque las personas son así de egoístas, y
prefieren el goce propio al ajeno. Por eso las desigualdades sociales cada vez
se acentúan más, por eso sigue habiendo explotación de recursos en los países
pobres a cambio del aprovechamiento de los mismos para los países ricos. Hoy en
día, el Norte y el Sur son mucho más que puntos cardinales. Son dos planetas
distintos, un planeta es generoso (o eso quieren hacer que creamos) y nos
ofrece sus recursos a precio de saldo, y el otro planeta es egoísta y da poco o
nada a cambio de esos recursos, así es como se forma la globalización.
Ya
nadie se cree la globalización, pero se aferran a la máxima de “ojos que no
ven, corazón que no siente”. Hoy día, más que en una dictadura del capitalismo,
más que en las redes de la globalización, las personas se encuentran sumergidas
en un pasotismo extremo. Las personas lo quieren todo masticado, quieren ver lo
que les enseñen, comprar lo que les ofrezcan y llorar y sufrir ante lo que les
digan que deben llorar y sufrir. Si hasta muchos de los que luchan contra la
globalización forman parte de ella. No sería la primera vez que me encuentro
con alguien que odia el materialismo y lleva ropa valorada en 300 euros, es
algo para reflexionar.
¿Está
surgiendo un contrapoder? Es cierto. Como bien he dicho, ahora mismo China ha
surgido como potencia ante la dictadura del capitalismo. Esto pondría fin a la
teoría del fin de la historia si la globalización ya no formara solo parte del
capitalismo. Es bonito decir que todas las culturas beben del resto, cuando la
realidad es que aquí de la única cultura que se bebe es de la estadounidense.
Ahora todo (incluído el mundo del periodismo), se ha convertido en un show, en
un espectáculo creado para agradar a las personas. Y aquí la realidad es que,
mientras las personas estén contentas con ello, nada va a cambiar. Si viene
China y su cultura y le muestra al mundo algo mejor, lo abrazarán. Porque al
fin y al cabo, la gente hace lo que quiere, o lo que puede con lo que le dejan
hacer. Nunca sabremos cómo es, pero si todos quieren vivir ciegos de la
realidad que les rodea, es porque el bienestar de uno mismo está por encima de
cualquiera.
Y
frente al bienestar de uno mismo no hay teoría que valga, porque al final
siempre serán las propias personas las que decidan lo que hacer, porque el
capitalismo es democrático, y las personas (creen que) tienen el poder. Y así
será hasta que algo amenace realmente el bienestar de los demás. Entonces todos
lucharán juntos contra la globalización y la dictadura del comercio que está
convirtiendo el mundo en un billete de 500 euros con manos sucias tocándolo.